Es curioso que entre tantas fotos que le tomo diariamente a extraños que pagan agradecidos (o maldiciendo y resignados porque no salieron bien) no tenga ninguna fotografía tuya. Ni una tomada por celular, que los detestabas y los detesto también. Ni siquiera una usando la cámara de la pc o la laptop o la de la polaroid. Siempre pospuse capturar cada momento por obtener el resultado perfecto mientras tu esperabas pacientemente el click del disparador y ahora no tengo una imagen de ti junto a mí y que me recuerde en este caluroso, pero a la vez, frío diciembre que tú y yo alguna vez fuimos tan felices.
No puedo memorizar cada instante eterno que pudo haber quedado grabado en una 10 x 15de papel kodak si no fuera por tanto esfuerzo por lograr la toma mejor y ahora se que alguien más esta tomándose fotos en tu habitación. Quizás retratando tu lado peor que es muy bien opacado por lo inmenso de tu amor.
El viaje a esa playa sin nombre, la caminata infinita tratando de encontrar una catarata que ahora sé que es sólo un mito, el último concierto de Soda, la cena más cara que pudimos pagas teniendo el mar como testigo, los tonos de los amigos, el amanecer que nunca nos cansábamos de ver, el cielo naranja en una tarde que esta a punto de caer; ahora son recuerdos que conservo en la imaginación y que trato de recrear en mi photoshop. Intentando sacar tu sonrisa que no me sale bien.
Por eso hoy, un día de diciembre y sabiendo lo mucho que crees en la navidad. He decidido creer en lo mismo también. Coger la vieja bicicleta, que te encantaba manejar, y recorrer los aproximados diez kilómetros de pistas y casas que nos separan. Llamar a tu puerta y poner mi mejor cara de idiota cuando salga tu Madre y me pregunte: ¿Muchachito loco que haces por aquí?. Pedirle con mucha educación el respectivo permiso, llegar hasta tu cuarto y dispararte una ráfaga de flashes multicolor. Tomarte mil fotos desde cualquier ángulo sin tener en cuenta lo bien o mal que salgas.
Entonces me iré esperando el milagro navideño, del cual todos hablan y nadie ve, en el que me detienes, me abrazas muy fuerte y extiendes uno de tus largos brazos que sujeta la cámara más compacta y detestable que existe y nos capturas para siempre, sin avisar, en esa imagen que tanta falta hace en mi mesa de noche o en la pared. Te pediré perdón y solucionaré cada error mientras tenga la certeza que cada día serás tú mi mejor retrato porqué no habrá momento en que deje de dispararte besos y abrazos, sin tanta producción, desde mi cámara y desde el corazón.
Y sólo así, te prometo que esta vez ya no importará sonreír para la foto.
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