He tenido que realizar una breve, pero complicada, operación matemática para poder asegurar que hace exactamente 26 años yo tenía 3 mientras tú recién estabas por nacer y no me he tenido que esforzar para poder recordar que un día como hoy, de hermano menor me convertía inmediatamente en hermano mayor. Pero no sabía bien de qué. Nadie me explicaba exactamente de quien.
Entonces no entendía bien lo que significaba tener hermana menor. Así, en femenino. Yo había tratado ya con dos mujeres que me antecedían. Una muy dedicada y gentil. La otra muy chinchosa y hostil. Así que sospeche que sin importar el género por fin tendría alguien a mi disposición entera para hacer lo que hasta el día de hoy, mejor hacemos: jugar.
Pero no eran tus juguetes tan interesantes como los míos y no eran tus juegos tan delicados como los que prefería yo. Así que, o me adaptaba a tu delicadeza o te acostumbrabas a mi rudeza. Felizmente y como siempre ha sido y de ahí, creo, nuestra relación inacabable; encontramos un punto medio. La mejor decisión a veces no es ceder. Si no aceptar con un cariño infinito; que sólo entiende la sangre, las diferencias de personalidades. Más no de apellidos. Por ello, no era complicado inventar juegos en lo que tus Barbie´s se paseaban en mis Transformers.
Con el tiempo fui aprendiendo que aquello que te hacía tan diferente a mí no te hacía extraña. Te hacía especial y entonces me rendí en mi lucha por enseñarte a jugar fútbol o nintendo. No te acepté porque eras distinta. Te adore porque eras igual a mí y todo empezó a ser más divertido. Ni el momento más triste que nos deja los ojos rojos de tanto llorar y nos marca el rostro de un modo único a ti y a mí; impidió que nuestra alegría natural nos permitiera muchos más momentos felices que son los que al final, entre cervezas de bares, recordamos.
Y el paso de los años no hicieron más que reafirmar mi convicción de adorarte porque sí. Porque tú eres mi hermana menor y porque yo soy tu hermano mayor. Una complicidad eterna que seguramente nos aguarda más momentos buenos. Porque ¿qué habría hecho de mi vida sin ti? No tendría esa persuasión femenina que me ayuda a detectar cuando estás bien y cuando estás mal. La sensibilidad de saber cuándo llorar y cuándo reír. Elegir si estar cerca o si mantener distancia. Si llamarte la atención o consolarte. Si divertirme contigo o protegerte.
No porque eres mi hermana estoy obligado a quererte, lo hago encantado. Es un privilegio que felizmente me ha tocado disfrutar. Nunca más agradecido por ello. Tal vez Dios, Mamá y el destino supo colocar cada cosa en su lugar y yo no puedo estar más feliz de que a mí me haya colocado a tu lado mi manita, mi negra, mi safi, mi sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario