viernes, 13 de diciembre de 2013

Honrosa minoría

Venimos de abajo. Y no nos hace falta llegar arriba. Somos los que nos hemos sentado siempre en la última fila. No por pendejos, sino más bien para que no nos jodan mientras estamos maquinando alguna retorcida historia. En el fondo, somos nerds que parecemos chicos malos leyendo a escritores buenos. Preferimos la noche que el día. Nos torturamos con el silencio para que luego nos premie las palabras. Vamos por la sombra sin llamar la atención y nuestro mayor reconocimiento es no ser comprendido por nadie.

Usamos gafas enormes, lucimos barba, zapatos sucios y rara vez nos peinamos. Gastamos dinero en obras antes que en ropa. La mejor fragancia es y será el olor de un libro nuevo. Asistimos a ferias literarias antes que al cine. Escribimos rimas en servilletas. Conquistamos con poemas y nunca pagamos con tarjeta. Trabajamos en lo que sea y llegamos arañando al fin de mes. Vamos siempre al mismo bar, para pedir el mismo trago y ver a la misma gente. Primero escuchamos, luego hablamos. Nos emborrachamos y después creamos. 

Estamos condenados a salir mal en las fotos de grupo. Nunca miramos a la cámara. Tememos que se robe nuestra alma. Cargamos con decenas de fantasmas y lidiamos con una cantidad similar de manías. Somos mentirosos profesionales. No siempre diremos la verdad al hablar, por eso las escribimos. Nos entendemos entre nosotros pero, en secreto, también admiramos y envidiamos el estilo del uno y del otro. Hablamos un mismo idioma pero casi nunca directo a los ojos.  

Somos tan refinados que podríamos mentarte la madre con estilo y no te darías cuenta. Somos lo que no hacemos ejercicio. Los que llegamos tarde a las citas. Los que se burlan de la mala ortografía. Los que hemos leído a Joyce y a Bolaño, pero que no podemos explicar exactamente de que trata sus obras. Somos una especie que no se desespera por ser futbolista profesional o rock star porque en nuestra imaginación somos los que nos da la gana. Somos los que escribimos por escribir. Sin afán de ganar mayor premio que el sonido de nuestras palmas luego de golpear la última tecla. 

Somos los bichos raros. Los que nadie entiende. Con todo derecho, una honrosa minoría. Y con esta gente, y con mucha emoción, me encanta estar.


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