viernes, 27 de septiembre de 2013

Bullying

- No es mi culpa. ¡Ellos empezaron!

El regreso de esa tarde, además de soledad, también venia cargado de melancolía. Sabía que le esperaba y por eso no quería llegar a casa. La sensación de haberlo arruinado todo, una vez más, rondaba en su mente. Se sentía culpable pero a la vez inocente.

- Todos siempre me molestan y la profesora no hace nada. 

Recordó el instante previo. No pudo evitarlo. Ya estaba harto que se burlaran de todo. De donde vive, de como es, de su forma de hablar, del equipo de sus amores, de su nombre y hasta de su apellido. Alguien tenía que hacer algo. Toda acción tiene una reacción. 

- ¡Pero es que ya estaba harto! 

Ya había aprendido a soportar los golpes y a caminar por la sombra. A volverse invisible a voluntad y a no decir más de la cuenta. Pero a pesar de todas sus técnicas para pasar desapercibido, ellos lo encontraban. De algún modo lo hallaban. Y eso cansa.      

- Habrías hecho lo mismo si estuvieras en mi lugar.

Había actuado por instinto. Más por ira que por defensa. Por ello, ni bien sintió la presencia enemiga tomó el bolígrafo, lo guardó el bolsillo y espero el ataque habitual de insultos y golpes de los tres matoncitos del salón. Sólo que en esta ocasión, el factor sorpresa sería decisivo.   

- ¿Pero es qué no entiendes qué yo sólo me defendía?

El azul de la tinta, tiñéndose con rojo sangre, le provocó un raro placer. Ya lo había sentido antes. Era la estrategia adquirida de esperar en silencio a los bravucones. Aguardó como el león dormido y abatió a sus ocasionales opresores con sendos puntazos en las piernas y abdomen.    

- No me importa si me cambias de colegio nuevamente y si me mandas a terapia.

Y por eso el camino a casa se le hacía largo. Larguísimo. El reproche que recibiría y la golpiza era inminente. No tenía escapatoria. Sólo asumir, con cierta resignación, que había actuado de forma incorrecta aunque profesores y superiores no entendieran su rara forma de impartir justicia.  

- Esta bien mamá... te juro que no lo volveré a hacer.

Y supo que sería débil antes su promesa si se le volvían a presentar ocasiones. Si los cobardes que se disfrazan de matones lo volvían a molestar. Juró que no lo volvería a hacer. Pero Sabía que mentía. Y dirigiéndose a su habitación y sin que lo noté su madre, sonrió mientras pensaba...

Te juro que no lo volveré a hacer... Claro, si no me molestan.

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