viernes, 17 de agosto de 2012

Los hippies también lloran

Cuando te conocí por primera vez, pensé: Esta flaca fuma hierba de todos modos. Tenías los ojos rojazos, los cabellos rubios hechos nudos, lucias un polo batik y un lompa a rayas que no debes haber lavado hace un mes y hablabas de un modo tan peculiar sobre unos viajes y unas galaxias que sólo deben existir en tu mente. Aquella vez, no fui capar de interrumpirte porque estaba asombrado de como tu extraña belleza era capaz de hablar con mucha fluidez de tanta idiotez.  

Apoyada en la barra de un bar de mochileros en Barranco, tomando un trago sin alcohol me dijiste que tú nombre era Arco iris pero estoy seguro que no te llamabas así. Yo no tenía un nombre hippie aún así que te dí mi nombre cristiano mientras me tomaba mi décimo cuba libre porque los nueve anteriores ya me los había chupado en El Dragón hasta que me botaron o cerro, ya no recuerdo bien.

Lo que si recuerdo bien es que quedamos en vernos al siguiente día, pero tú no tenías una dirección fija. también agregaste que no tenías bandera ni nación, que eras de aquí y de allá. No lo discutí porque yo quería verte de nuevo. Entonces me dijiste que te buscara en un crucero peatonal de Barranco, en un semáforo de Graú. Ni bien desperté ya curado de la resaca, al mediodía, cogí el auto y salí dispuesto a encontrarte. Te vi a lo lejos haciendo malabares con clavas y te pase la voz y me viste también mientras me saludas con tu pace & love.

Me hiciste descender del auto acusándome de que mi moderno vehículo era unos de los principales responsables de la contaminación global y que era mucho mejor usar una bici o caminar. Ensaye una sonrisa para no enlistar también a tu mal olor como responsable directo de la polución ambiental. Camine a tu lado y conversavabamos mientras no dejabas de juzgarme por ser tan convencionalista y haberme vendido a este sistema capitalista y opresor. Pero eso sí, no me reprochaste ni una palabra cuando, muerta de hambre, me sugeriste que te invitara el almuerzo y pague con tarjeta en Papa John´s tu pizza que poco o casi nada tenía de vegetariana.  

Te vi un par de veces más. La siguiente, me invitaste a una convención de circo callejero al sur de la ciudad. Lejos de Barranco, capital mundial de los hippies. Por supuesto, yo tuve que pagar la gasolina, entrada y alimentación. Y ahí si no importa en que sistema vivamos si gorreas todo ¿verdad? Pero aún así no dije nada porque todavía estaba encantado del color de tus ojos, la forma de tus labios, tus mejillas color rosa, es decir, me encantaba tu cara de loca. Llegamos y además de soportar tus conversas astrales también tuve que soportar las de otros cien más de tu misma especie. Los olores "naturales" que emanaban, el miedo de saber que ante una posible redada policial hubiera sido detenido como complice, consumidor o distribuidor de las toneladas de hierba que escondían en la carpa multicolor tus colegas amigos de las flores pero enemigos del jabón. Si alguién me contaba que esto era así, simplemente no iba contigo ni con nadie jamás. Si hubiera tenido un arma (letal), esa convención terminaba mal.

La última vez que te ví aún te recuerdo como la primera. Pero esta vez nos despedimos en mi departamento. Tomamos un trago extraño que preparaste con vegetales que desconocía. Tú cuerpo desnudo, hermoso y proporcionalmente simétrico, curiosamente sexy, lleno de pecas y de un hedor terrible me hicieron comprender que esa ocasión, definitivamente, sería la última locura que cometía por más ebrio que este. Me confesaste que te ibas de viaje en una semana a Europa pero no entendía como podías ahorrar tanto dinero haciendo sólo malabares en los paraderos. Mi mami me paga los pasajes, explicaste. Nos dimos un largo abrazo y aunque te pide un número, una dirección o un lugar posible donde ubicarte, sólo respondiste Nos vemos cuando nos tengamos que ver. Yo soy de todos lados

Te fuiste y cuando por un momento empezaba a envidiar tu vaga forma de vida, pensando seriamente en unirme a la causa flower power y mandar todo al tacho. Note, que además de robarme el corazón, también me habías robado la billetera; maldita hippie.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario